Nuestros
recursos hídricos históricamente han sido tema de conflicto con Chile: La desviación de las aguas del Lauca en 1962,
del Mauri en 1879 y los conflictos por las vertientes del Silala, que datan desde
1908 y han pasado por 40 gobiernos, no han conseguido resultados positivos. Más
que un problema de trasfondo político este conflicto surge de la espiral del
silencio para recordarnos el problema medioambiental al que se enfrentará el continente.
El uso y aprovechamiento de aguas internacionales estará en la agenda de
muchos países de América Latina en 2025, año
en el que se prevé que el uso de agua
dulce este muy vulnerable a los efectos de la acción humana. El cambio climático está cambiando nuestra relación con la
naturaleza. En el futuro la necesidad de agua dulce será
causa de enfrentamiento, su ausencia puede afectar a regiones como el norte de
Potosí y muchas poblaciones en el desierto de Atacama, que actualmente se
benefician de las vertientes del Silala.
Chile invoca al elevado espíritu de integración latinoamericana con
respecto al Silala, pero no toma en cuenta los reclamos de Bolivia para obtener
una salida soberana al pacífico. A raíz del cambio climático, hoy en día, los beneficios ya no pueden ser unilaterales, es necesario pensar a nivel de continente y
gestionar políticas internacionales relevantes para gestionar aquellos recursos
naturales vitales para el futuro.
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